Cada lunes una nueva entrada con una noticia sobre Historia, Arte, Geografía, Bibliografía, Patrimonio, Fotografía, Hemeroteca, ... de nuestro pueblo: BURGUILLOS

Historia, Patrimonio, Arte, Bibliografía, Hemeroteca, ... sobre nuestro pueblo: BURGUILLOS

lunes, 22 de abril de 2024

Bibliografía: Burguillos en el libro "Catálogo de los Papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Tomo IV 1443-1454", de Deborah Kirschberg Schenck, y coordinado por Marcos Fernández Gómez, editado por el Archivo Municipal de Sevilla, en 2011

     Mostramos en Historia de Burguillos la reseña que se hacen de nuestro pueblo en el libro "Catálogo de los Papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Tomo IV 1443-1454", de Deborah Kirschberg Schenck, y coordinado por Marcos Fernández Gómez, editado por el Archivo Municipal de Sevilla, en 2011, uno de cuyos ejemplares podemos leer en el Archivo Municipal de Sevilla.


     Dicho libro es un recorrido por los fondos emanados de la actuación del mayordomo del cabildo hispalense, cuyas funciones definen y especifican las ordenanzas de Sevilla desde los tiempos de Alfonso XI. Los mayordomos eran dos, uno hijodalgo y otro ciudadano. El mayordomo hijodalgo, aunque ello  no pueda deducirse del contexto de las ordenanzas, parece un oficial puramente honorífico, ya que en ellas sólo se le atribuye como misión específica la de "requerir los castillos", es decir, cuidar de que se hallasen con la debida eficacia defensiva. La verdadera función administrativa correspondía, aunque no podemos afirmar que exclusivamente, al mayordomo ciudadano, designado conjuntamente con el hijodalgo anualmente por el Cabildo, aunque en ocasiones se prorrogase por dos o más años su gestión, entando en función el 1º de julio para terminar el 30 de junio del año siguiente. Por sus manos pasaba todo lo referente a la gestión de los bienes del Concejo en una doble vertiente: cobratoria y libratoria; es decir, la percepción de las rentas de sus propios y su inversión en las atenciones a que estaban afectos y a los gastos de todo orden que de la actuación municipal se originaban. Para la debida ejecución del primero de los aspectos de su función, la percepción de las rentas, el mayordomo debía tener a su disposición, aparte de documentales tales como su propia designación por el Cabildo y la confirmación de ésta por el Rey, en su caso, la fianza o fiadores exigidos por sus Ordenanzas para el desempeño del oficio, las condiciones con que el Cabildo acordaba anualmente el arrendamiento de las rentas de sus propios y la relación del remate de cada una de ellas por los arrendadores, las diligencias por el incumplimiento de aquellas condiciones por éstos con la sentencia recaída en cada caso y, en fin, la relación especificada de lo que rindieron las diferentes rentas. El estudio comparativo de estas relaciones anuales es de sumo interés, como es obvio, para trazar la curva de los ingresos del Concejo de Sevilla en casi los dos siglos que comprende la documentación conservada.


     En cuanto a la otra vertiente de la gestión del mayordomo, es decir, la libratoria, abarcaba una extraordinaria variedad de pagos para las múltiples atenciones que tenía a su cargo el Cabildo, unas de carácter fijo y anual, como la nómina de sus oficiales y otros cargos del mismo: alcaides de sus fortalezas, oficiales y obreros municipales con remuneración fija; pagos aleatorios o circunstanciales, como las obras públicas en la Ciudad o en su Tierra; gastos de carácter militar, como el reparo y abastecimiento de los castillos del sistema defensivo de su alfoz y la recluta y abastecimiento de las milicias del Concejo; gastos de carácter civil, como los referentes a las obras públicas, el sostenimiento de la traída de aguas para el abasto de la ciudad y el descarte de las residuales, previsión y reparación de daños catastróficos, especialmente los de las frecuentes avenidas, abastecimiento de pan de la Ciudad en épocas de carestía, reparos de los caminos y puentes y mantenimiento de un equipo de "troteros" para sostener un servicio eficaz de correos oficiales; el pago de profesionales de todo orden, escribanos, procuradores, médicos, cirujanos, maestros de primeras letras, artífices, ministriles, que cumplían las diferentes misiones que, regular y esporádicamente, les confiaba Sevilla. Esta enumeración, que está muy lejos de ser exhaustiva, pone bien de manifiesto el conjunto de datos que esta inapreciable colección de los Papeles del Mayordomazgo proporciona para penetrar en la historia interna de nuestra Ciudad en uno de los periodos más trascendentales y todavía más inexplorados de ella, porque el mayordomo acompaña siempre, como justificante de los pagos que realiza, la copia del libramiento del Cabildo en que le ordena realizarlo, en el que figura una razonada y detallada motivación del gasto, que con frecuencia se obtienen pormenores interesantes. Y como el mayordomo, normalmente, y con arreglo a las Ordenanzas, era elegido por un año y tenía que dar cuenta de su gestión al final de este plazo, esto lo hacía mediante la presentación a los contadores del Cabildo del "Libro del Mayordomazgo", en el que se relacionaban y justificaban documentalmente los ingresos y pagos del año, libros de los que se conservan los correspondientes a casi dos siglos, desde el último tercio del siglo XIV hasta mediados del XVI, a partir de cuya fecha se innova el sistema de la rendición de cuentas del mayordomo.
     Pues bien, en este caso, la primera referencia a Burguillos, la encontramos en el documento nº 1757, en las página 156 y 157, que pasamos a transcribir literalmente:


1757
1449, agosto, 27. [Sevilla]
     Notificación de Alfonso López, lugarteniente del escribano mayor del Cabildo, a los contadores informándoles que el 11 de agosto de 1449 se presentó en el Cabildo Alfonso de Ayora con una real provisión, en la que se ordenaba que fuese recibido al oficio de veinticuatro en el lugar de Diego Fernández de Molina, lo cual cumplieron los oficiales. Después el 25 de agosto Alfonso de Ayora pidió que se le librase el salario correspondiente a la veinticuatría y a una tenencia de castillo. El Cabildo le asignó la alcaidía de Burguillos y les ordena asentarlo en las nóminas.
     Ac.: Real provisión de Juan II ordenando al Cabildo cumplir en todo las reales provisiones y la carta de merced incorporada y, por ello, recibir sin más dilaciones a Alfonso de Ayora como nuevo veinticuatro de Sevilla (1448, agosto, 16. Navarrete).
     I.: Real provisión de Juan II ordenando al Cabildo recibir a Alfonso de Ayora al oficio de veinticuatro, a pesar de cualquier impedimento legal que aduzcan sus oficiales (1447, junio, 24. Arévalo).
     I.: Real provisión de Juan II ordenando al Cabildo recibir a Alfonso de Ayora al oficio de veinticuatro, a pesar de tratarse de una veinticuatría acrecentada y de que el Cabildo, en principio, la declaró consumida a la muerte de Diego Fernández de Molina, su anterior ocupante (1447, enero, 28. Valladolid).
     I.: Carta de merced otorgada por Juan II a favor de Alfonso de Ayora, su doncel y vasallo, para que sea veinticuatro de Sevilla en lugar de Diego Fernández de Molina, que ha muerto. Ordena al Cabildo que lo reciba al oficio (1446, noviembre, 15. Tordesillas).
     Obs.: La notificación aparece al final del documento.
     Sec. XV, Pap. May. 1449-1450, caja 50, nº 109, fols. 241r.-247v. (r. 263, fots. 475v.-482v.).

     La siguiente referencia a nuestro pueblo, la encontramos en los documentos nº 2505 y nº 2506, en las páginas 351 y 352, que pasamos a transcribir literalmente:


2505
1443, marzo, 10. [Burguillos]
     Certificación dada por el Concejo de Burguillos, haciendo saber al Cabildo que Luis Alfonso de Santa Olalla es vecino suyo desde hace tres años y vive allí continuamente con su familia. No obstante, el Concejo de Santa Olalla le reclama el pago del pedido, por lo que solicita que intervenga el Cabildo.
     Ac.: Mandamiento de los contadores al Concejo de Santa Olalla ordenándole no demandar contribución alguna a Luis Alfonso, ya que es vecino de Burguillos donde paga el pedido 
(1443, mayo, 4. [Sevilla]). 
     Ac.: Mandamiento de los contadores al Concejo de Burguillos ordenándole aumentar la cuantía de Luis Alfonso de 12,5 mrs. a 15 mrs., ya que esta es la cuantía con la que figuraba en el padrón de Santa Olalla (1443, mayo, 4. [Sevilla]).
     Ac.: Certificación dada por Bartolomé Fernández, escribano público de Burguillos, haciendo saber a los contadores que Luis Alfonso ha sido inscrito con los 15 mrs. que ellos ordenaron (1443, mayo, 2. [Burguillos]).
     Obs.: El documento presenta el mismo contenido que el nº 2506, salvo por la última certificación que no aparece en el nº 2506.
     Sec. XV, Ped. 1442, caja 42, nº 104, fols. 153r.-154r. (r. 259, fots. 418v.-419v.)

2506
     Obs.: El documento presenta el mismo contenido que el nº 2505, pero sin la última certificación.
     Sec. XV, Ped. 1443, caja 43, nº 78, fols. 223r.-224r. (r. 260, fots. 195v.-196v.)

     Una siguiente referencia a Burguillos, se encuentra en el documento nº 2732, en las página 351 y 352, que pasamos a transcribir literalmente:


2732
1445, junio, 3. [Sevilla]
     Certificación dada por Pedro Álvarez de Albalá, bachiller y jurado de Omnium Sanctorum, haciendo saber a los contadores que Bartolomé González de Burguillos es vecino de su collación y figura en el padrón de las cuantías. Solicita que se le expida certificación para que le sea guardada su vecindad.
     Ac.: Certificación dada por los contadores haciendo saber que Bartolomé González de Burguillos figura en el padrón de las cuantías de Omnium Sanctorum (1445, junio, 7. [Sevilla]).
     Ac.: Certificación dada por Juan Rodríguez, escribano de Burguillos, haciendo saber que el 18 de junio Bartolomé González presentó a los alcaldes del lugar la certificación de los contadores de Sevilla, según la cual es vecino de la ciudad, por lo que les exigió que le devolviesen la prenda que le tomaron por los 104 mrs. que según ellos debía aportar al pedido. El 21 de junio los alcaldes respondieron que obedecían la certificación de los contadores, pero que no le devolverían la prenda hasta que no hubiese pagado los 104 mrs. ya que no fueron ellos los que le señalaron esta cantidad, sino los oficiales y contadores de Sevilla (1445, junio, 21. Burguillos).
     Ac.: Mandamiento de los contadores al Concejo de Burguillos ordenándole no demandar contribución alguna a Bartolomé González y devolverle la prenda tomada (1445, junio, 30. [Sevilla]).
     Sec. XV, Ped. 1445, caja 44, nº 128, fols. 343r.-344v. (r. 261, fots. 46v.-48r.).

     Otra referencia a nuestro pueblo, la encontramos en el documento nº 3257, en las páginas 556 y 557, que pasamos a transcribir literalmente:


3257
1454, marzo, 22. [Sevilla]
     Escritura de poder otorgada por el Cabildo a favor de Jorge de Medina, veinticuatro, y de los contadores para que citen ante ellos a los arrendadores de las monedas de los años pasados y averigüen lo que les deben los vecinos de Burguillos, Concejo al cual se ha eximido del pago de pedido y monedas, para que se pueble mejor. Las deudas deberán ser cobrados en los Concejos que ellos determinen.
     Ac.: Real provisión de Juan II al Concejo de Burguillos ordenándole pagar a Juan de Aza, su recaudador mayor de las cuatro monedas de 1450, de las 12 monedas de 1451 y de las nueve monedas de 1452, lo que le debe de la recaudación de dichas monedas (1453, octubre, 24. Valladolid).
     Ac.: Mandamiento de Jorge de Medina, veinticuatro, y de los contadores mayores a los lugartenientes de los contadores mayores ordenándoles pagar a Juan de Aza, arrendador de las monedas, los 4.000 mrs. que correspondieron al Concejo de Burguillos, ya que dicho lugar fue eximido de su pago por el Cabildo. Deberán repartir este dinero con el pedido de 1454 (1454, mayo, 15. [Sevilla]).
     Ac.: Carta de pago otorgada por Juan de Aza, arrendador mayor de las 25 monedas de los años pasados de 1451 y 1452, reconociendo haber recibido del Cabildo 4.000 mrs. que corresponden a lo que el Concejo de Burguillos debía aportar a dichas monedas (1454, mayo, 15. [Sevilla]).
     Sec. XV, Ped. 1454, caja 55, nº 45, fols. 84r.-87v. (r. 266, fots. 256v.-260r.)

     Y la última referencia a Burguillos la encontramos en el documento nº 3270, en las páginas 561 y 562, que pasamos a transcribir literalmente:


3270
1454, mayo, 27. [Sevilla]
     Mandamiento del Cabildo a los jurados ordenándoles reunirse con seis vecinos de cada barrio o collación, dos de cada cuantía, y hacer el repartimiento del pedido, correspondiéndoles a cada uno lo que aquí se les señala. Deberán entregar lo recaudado a Gonzalo de Oviedo, escribano de cámara, al que Gonzalo de Alba, repostero de armas del rey, y Fernán González de Madrid otorgaron poder para recibirlo.
     Ac.: Mandamiento de los contadores a los jurados de Santa Marina ordenándoles pagar los 5.235 mrs. de este pedido a Álvar Gómez de Córdoba, receptor por la ciudad, y no a Pedro de Priego y a Gómez de Herrera, receptores también por la ciudad, por cuanto no han dado carta de pago de ciertas cantidades que el Cabildo les había cargado y que habían recibido, cuando este dinero correspondía a Álvar Gómez (s. f.).
     Ac.: Anotación indicando que por mandamiento de los contadores de [...] de diciembre de 1455 se ordenó a Rodrigo Mejías, jurado de Santa Marina, pagar de los 5.235 mrs. a Juan de Aza, criado de Pedro González de Bahamón, 4.320 mrs. que le corresponden por los siguientes conceptos: 4.000 mrs. por las 24 monedas de Burguillos como su arrendador durante ciertos años y 320 mrs. de las monedas de Guillena, ya que Sevilla eximió a estos lugares para que se poblasen mejor.

     Una serie de documentos que aporta más datos interesantísimos para conocer la historia de nuestro pueblo.

lunes, 15 de abril de 2024

Arte: La Biografía de Marcos Fernández Correa, pintor y escultor burguillero del siglo XVII

     Mostramos en Historia de Burguillos una reseña de Marcos Fernández Correa, pintor burguillero del siglo XVII, aprovechando que hoy, 15 de abril, es el Día Mundial del Arte, así que hoy es el mejor día para hacer dicha reseña, y así reivindicar el reconocimiento, que humildemente creo totalmente necesario hacia nuestro artista más universal, para que sea conocido por nuestros vecinos, y que tengamos conciencia del artista que nació en Burguillos a mediados del siglo XVII.     
Conozcamos mejor la Biografía de nuestro paisano más universal;
     Marcos Fernández Correa, (Burguillos, Sevilla, c. 1646 – Sevilla, p. s. XVIII). Pintor y escultor.
     Nacido en una pequeña población próxima a la metrópoli, donde difícilmente hubiese podido iniciar su camino profesional, hubo necesariamente de mudarse a Sevilla para efectuar el aprendizaje, lo que pudo darse por concluido a principios de los sesenta. Ceán Bermúdez identifica a Jerónimo de Bobadilla como maestro suyo, un extremo que no tiene confirmación en la obra, escasamente conocida. Aun cuando ha sido plenamente aceptada esa faceta creativa, ha pasado inadvertida la que sin duda le acreditó como artífice de reputación entre sus contemporáneos: la talla. Y como escultor comenzó su andadura en 1661, cuando con quince años entró en el obrador de Francisco Dionisio de Ribas para aprender el oficio durante tres años. En 1664 canceló el acuerdo, antes de concluir el plazo preestablecido, para seguir su itinerario en otro taller del que no hay noticias. En adelante desarrolló una tarea plenamente vinculada a los campos de la escultura y el ensamblaje y se avecindó en el barrio de la Feria, cerca de la iglesia de San Martín, donde se encontraba la más importante colonia de pintores de la ciudad. Como escultor firmó la mayor parte de los documentos publicados. Su participación en las enseñanzas de la Academia de la Lonja, entre 1667 y 1673, pudo haber determinado su dedicación a la pintura. En 1677 contrajo matrimonio con Nicolasa Duarte y trasladó su domicilio a San Lorenzo. A comienzos de la siguiente década vivió en San Pedro, donde trabajaba en la construcción del retablo mayor del colegio franciscano de San Buenaventura.


     El primer cuerpo lo entregó en 1680, del resto no se sabe nada. Cuatro años más tarde hizo la sillería del coro alto de San Leandro. La pérdida de estas obras, y el desconocimiento de otras que a buen seguro ejecuta por esos años, priva del conocimiento de su perfil creativo, que sería interesante para fijar los modelos, aunque es probable que estuvieran relacionados con la producción de su maestro Ribas.
     Fuera de este ámbito de creación, hay que considerar la producción pictórica, la que le ha acreditado como uno de los artistas más singulares del panorama sevillano. Los dos Trampantojos de la Hispanic Society están firmados por Correa (Corea) y desde que Ceán Bermúdez estableciera su autoría (“He visto algunas obras de su mano que figuraban tablas de pino con varios papeles, baratijas, tinteros, y otras cosas copiadas del natural con mucha verdad, valentía y buen efecto”), se ha mantenido sin reservas. Pero la existencia de otros dos pintores sevillanos que poseen el mismo apellido y trabajan en la primera mitad del siglo XVIII, resta algo de firmeza a esta atribución.
     Ambos cuadros tienen parecida concepción e igual resolución. Sobre un fondo de madera se recortan diversos elementos propios de pintor, como son la paleta, la baqueta, el frasco de disolvente, y los grabados, materia e idea, a la vez. Sin duda, podría tratarse de un canto al arte de la pintura en su más pura materialidad, el rincón del taller.
     Se le ha atribuido otro Trampantojos que se encuentra en una colección privada de Ayamonte, aunque parece más moderno e inspirado en otro modelo que carga las tintas en la representación de impresos.


     Obras de ~: Retablo mayor de la iglesia del colegio de San Buenaventura, Sevilla, 1680; Sillería de coro de la iglesia de San Leandro, Sevilla, 1684; tres Trampantojos, f. s. XVII.
     Bibliografía: J. A. Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, t. I, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800, pág. 363; E. du Gué Trapier, “Correa and trompe l’oeil”, en Notes Hispanic (New York) (1945), págs. 15-29; A. E. Pérez Sánchez, Pintura española de Bodegones y Floreros de 1600 a Goya, catálogo de exposición, Madrid, Ministerio de Cultura, 1983; E. Valdivieso, Historia de la pintura sevillana. Siglos XIII al XX, Sevilla, Guadalquivir, 1986; M. T. Dabrio, Los Ribas. Un taller andaluz de escultura del siglo XVII, Córdoba, Monte de Piedad, 1985; A. Pleguezuelo, “Alhajas pobres y humildes en un nuevo trampantojo sevillano”, en Archivo Hispalense (Sevilla), 252 (2001), págs. 155-162; E. Valdivieso, Pintura barroca sevillana, Sevilla, Guadalquivir, 2003; F. Quiles e I. Cano, Bernardo Germán Lorente y la pintura de su tiempo, Madrid, Fernando Villaverde, 2006.
(Fernando Quiles García, en Biografías de la Real Academia de la Historia).

lunes, 8 de abril de 2024

Geografía: El paraje "Ladera Chica"

Mostramos en Historia de Burguillos una pequeña reseña del paraje "Ladera Chica".

      El paraje de la Ladera Chica, lugar que toma su nombre de ser una zona donde se inicia la Sierra Norte sevillana, y evidentemente en unas lomas de suave muy pendiente y de ahí su denominación de Ladera Chica.


     Al paraje de la Ladera Chica se llega tras salir del casco urbano de Burguillos, bien por la calle Real, o bien por la calle Blas Infante, tomar el Camino de la Madroña (el antiguo camino a Castilblanco de los Arroyos), y justo cuando se llega al paraje de "El Lentiscal", tomar el camino que sale a la izquierda, que nos conduce directamente al paraje de la Ladera Chica, delimitado al Norte, por el Arroyo de los Carrizos del Pilar, y por el paraje del "Pedregalejo"; al Este, por el mismo Arroyo de los Carrizos del Pilar, y por el paraje de "El Lentiscal"; al Sur, y al Oeste, por el paraje de "La Madroña, encontrándose a unos 3,5 km. de nuestro pueblo y a una media de 200 m. de altitud. Señalar que todas las imágenes provienen del Instituto Geográfico Nacional, y de Google.


lunes, 1 de abril de 2024

El Infante Don Fernando de Antequera, en Burguillos

     Mostramos en Historia de Burguillos una reseña del Infante Don Fernando de Antequera, que se aposentó en nuestro pueblo en torno a 1408-1412, junto a sus tropas, camino del sur de Andalucía para seguir con la reconquista, aprovechando que hoy, 1 de abril es el aniversario de su fallecimiento (1 de abril de 1416), por lo que hoy es el mejor día para hacer dicha reseña.


     En una entrada anterior Bibliografía: Burguillos en el libro "Inventario de los Papeles del Mayordomazgo del siglo XV", de Francisco Collantes de Terán, editado por el Archivo Municipal de Sevilla, en 1972, se mencionaban un par de documentos que mostraban su paso por nuestro pueblo del Infante Don Fernando de Antequera., y que eran los siguientes:

     Documento nº 169, correspondiente al año 1410, en la página 350, que pasamos a transcribir literalmente:
169.- Carta de franqueza de roda, almojarifazgo, servicio y otro cualquier pecho, que Sevilla otorgó por cuatro años, a partir del día de la fecha, a los vecinos y moradores del lugar de Burguillos, que se había despoblado a causa de los daños que habían recibido de la gente de la hueste que estuvo aposentada en dicho lugar, cuando el Infante don Fernando vino a Sevilla para entrar en tierra de moros, ganando a Zahara, Cañete, la Torre Alhaquime y otros lugares.- 24 de mayo de 1408.

     Documento nº 174, correspondiente al año 1411, en la página 394, que pasamos a transcribir literalmente:
174.- Carta de franqueza que Sevilla dio a su lugar de Burguillos, eximiéndole durante cuatro años, a partir del día de la fecha de la carta, del pago de pechos y tributos concejiles, por hallarse dicho lugar muy despoblado desde que se aposentaron en él las tropas del Infante don Fernando, cuando vino a la conquista de Zahara, Cañete, Valle de Abdelagis y otros lugares de tierra de moros, en cuya ocasión muchos vecinos se fueron a morar a otras villas y lugares.- 26 de abril de 1412.


Conozcamos mejor la Biografía del Infante Don Fernando de Antequera:
     Fernando I. El de Antequera. (Medina del Campo, Valladolid, 1379 – Igualada, Barcelona, 1 de abril de 1416). Regente de Castilla y rey de Aragón.
     Hijo segundo de Juan I de Castilla y Leonor de Aragón, hija de Pedro IV el Ceremonioso. Se educó en la Corte de su hermano Enrique III y a la muerte de éste, en diciembre de 1406, fue nombrado regente de su sobrino, el príncipe Juan, en unión de la reina viuda Catalina de Lancaster. Se abría la perspectiva de una larga minoría —el pequeño no contaba ni tan siquiera con dos años—, plagada de dificultades que fueron soslayadas, en parte, gracias a la diplomacia y habilidad política del infante. En el momento en que don Fernando tomó posesión del cargo de regente (15 de enero de 1407), su poder en la Península era indiscutible. Su padre le había nombrado duque de Peñafiel y conde de Mayorga en las Cortes de Guadalajara (1390), y también en esas mismas Cortes se había concertado su matrimonio, celebrado unos años después, con su tía Leonor de Alburquerque, la ricahembra castellana, hija del conde Sancho de Castilla, heredera de fértiles tierras en La Rioja, Castilla y Extremadura. Ningún noble podía parangonarse con él. Además de duque de Peñafiel, era señor de Lara, separada ésta definitivamente de Vizcaya, y tenía en sus manos algunos de los puntos clave del reino: Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, San Esteban de Gormaz, Castrojeriz, Villalón, Urueña... y por su matrimonio con su tía Leonor, un condado con tres núcleos de tierra en torno a Haro, Ledesma y Alburquerque. Puede decirse que Medina, Olmedo, Cuéllar y Villalón constituían entonces puntos neurálgicos de la vida económica de Castilla. Lana, trigo, cueros, dinero... dinamizaban el gran comercio exterior en una primera oleada de crecimiento económico castellano potenciado por la visible recuperación demográfica. Las ferias de Medina, fundadas y organizadas por don Fernando no fueron ajenas a este proceso. Tampoco Cuéllar con ferias desde 1390, año en que había sido cedida al infante, o Lerma, con celebraciones feriales desde 1409.
     Unos días después de la toma de posesión por parte de los regentes, el 27 de enero, se inauguraron las Cortes y se prestó en ellas el acostumbrado juramento.
     En el momento oportuno —siempre muy atento a los golpes de efecto—, en un cierto ambiente de agitación y descontento, el infante don Fernando hizo brillar el espejismo de la guerra musulmana, presentada ahora como continuación de una epopeya de siglos y como respuesta a la sangrienta derrota en la batalla de Collejeras, infringida por los granadinos a las tropas cristianas de Enrique III en 1406. A partir de entonces, y durante toda la regencia, la guerra se presenta como la gran empresa del infante que espera convertirse en paladín de la cristiandad, satisfacer sus deseos caballerescos y obtener ventajas políticas concretas para su poder. Algunas de éstas fueron visibles de inmediato, ya que la dirección de las operaciones le granjearon al infante la administración de 45.000.000 de maravedís que las Cortes habían votado, y un reparto en la gobernación del reino con la Reina viuda, previsto ya en el testamento de Enrique III. Al infante le correspondía gobernar la mitad meridional de Castilla, contando desde los puertos de Guadarrama, incluyendo todos lo señoríos que a él como duque de Peñafiel, conde de Alburquerque y señor de Lara correspondían, además de Alba de Tormes y Ayllón. Es preciso hacer notar que todos sus señoríos, menos Alburquerque, estaban enclavados en la mitad norte de la Península, y que en su zona de gobierno se hallaban, en cambio, los núcleos principales de las órdenes militares de Alcántara y de Santiago, a cuyos maestrazgos aspiraba en beneficio de sus hijos. Desde entonces, el infante llevó a cabo dos grandes campañas contra los musulmanes. La desarrollada a lo largo de 1407, y la de 1410, que culminó con la toma de Antequera, plaza entonces de gran interés estratégico, y que le granjeó el sobrenombre con que ha pasado a la historia. La primera, sin grandes hechos de armas, supuso la toma de Zahara y la no afortunada acción contra Setenil, cuyo asedio no pudo mantenerse ante un apreciable número de deserciones. Aún en contra de su voluntad, don Fernando tuvo que ordenar la retirada y mostrarse como vencido cuando el 10 de noviembre hacía su entrada en Sevilla. La iniciativa pasó entonces a los granadinos, que desarrollaron, no obstante, una contraofensiva limitada. El emir MuÊammad VII, después de intentar el asedio de Alcaudete, solicitó en 1408 una tregua, que el infante, bajo la presión de las Cortes y dados los problemas internos del reino, tuvo que aceptar. Su posición política se había debilitado enormemente.
     Sus fracasos en la guerra hicieron que la oposición, agrupada, arreciara en sus ataques, y don Fernando tuvo que enfrentarse a la rebeldía de un importante sector de la nobleza, auspiciado, en cierta medida, por la propia Reina viuda. Fue un año sumamente difícil —ambas partes apelaron incluso al Pontífice—, pero que se cerró con un saldo positivo. Las negociaciones resultaron fructíferas, y los hasta ese momento mayores adversarios, Diego López de Stúñiga y Juan de Velasco, colaboraron desde entonces con el fiel Sancho de Rojas en todas las empresas fernardinas. Paralelamente, el infante va ampliando el número de partidarios, reafirma posiciones y, sobre todo, diseña un plan para hacerse con el control indirecto de los maestrazgos de las órdenes militares que afectaría a la Alcántara y a la de Santiago, cuyas máximas dignidades quedaron vacantes por fallecimiento de los titulares. La sucesión iba a resultar problemática en ambas, y esas circunstancias no se desaprovecharon.
     En lo que respecta a Alcántara, la muerte del maestre Fernando Rodríguez de Villalobos en 1408, daba paso al enfrentamiento del comendador y del clavero de la Orden. El infante presentó la candidatura de su hijo, el infante Sancho, de apenas ocho años de edad. Lo insólito de la candidatura se justificó doblemente: se ponía fin a la discordia que desgarraba a la Orden y se atendía un sagrado deber cristiano, ya que las rentas del maestrazgo se destinarían, hasta la mayoría de edad de don Sancho, a la guerra contra el infiel. Los comendadores no presentaron resistencia y, tras la oportuna licencia por razón de edad, don Sancho fue elegido maestre en el monasterio de San Pablo de Valladolid, en presencia del Rey y de la Corte. Un año después, en 1409, moría el maestre de la Orden de Santiago. Don Fernando hizo elegir como maestre a otro de sus hijos, Enrique, también menor, pero en este caso tuvo que vencer la resistencia del comendador mediante la entrega de 500.000 maravedís.
     Se iban allanando las dificultades. Todo parecía en orden para reanudar las hostilidades. Y así, se preparó la segunda y decisiva gran campaña protagonizada por don Fernando que culminó con la conquista de Antequera en septiembre de 1410. La plaza sufrió un duro y prolongado asedio en el que defensores y atacantes hicieron alarde de valor antes de que la ciudad sucumbiera el 16 de septiembre, aunque todavía la guarnición, que se había retirado al castillo, resistió ocho días más antes de rendirse. El regente rodeó la victoria de gran solemnidad. Además, seguro de los golpes efectistas, quiso hacer presente la tradición reconquistadora castellana ordenando traer de León el histórico pendón de las Navas, custodiado en la colegiata de San Isidoro. La victoria había sido rotunda; rotunda iba a resultar también su rentabilidad política. Muy pronto se demostró.
     La muerte sin sucesión del monarca aragonés Martín el Humano (31 de mayo 1410), conocida por el infante cuando sitiaba Antequera, abría un horizonte inmenso, la posibilidad de convertir la hegemonía de su familia de castellana en peninsular. En calidad de nieto de Pedro el Ceremonioso, don Fernando se dispuso a hacer valer sus derechos al Trono. Castilla, en las Cortes de Valladolid, apoyó su candidatura al Trono aragonés y se aceptó, tras mediación expresa de la reina viuda Catalina —que acaso contaba con la posibilidad de una regencia única— que los subsidios votados para la guerra de Granada, 45.000.000 de maravedís, se destinasen a los gastos de su elección, considerada conveniente.
     Las tres líneas de acción esbozadas por el infante cuando asumió la regencia —reconciliación con el papa de Avignon, Benedicto XIII; desarme de la oligarquía nobiliaria en cuyo poder se hallaba de hecho el Rey niño y reanudación de la guerra contra el infiel y explotar su posible prestigio—, daban sus frutos. No cabía duda de que Castilla había entrado en el siglo XV con una amplia base de legitimación constitucional monárquica apoyada en dos circunstancias favorables: el ascenso de una nobleza de servicio, colaboradora del Rey, y fuerte consistencia de las Cortes. Además, resultaba un claro crecimiento económico debido a la expansión del comercio, al incremento de la producción textil y naval y a la liberalización de los cambios. Es fácil entender que, en esas circunstancias, Castilla juzgase que valía la pena intentar la aventura aragonesa. Esa “aventura” se había abierto al tratar de cumplir la última voluntad del rey Martín, muerto, como se ha dicho, sin sucesión: “determinar en justicia al sucesor”.
     Mientras se encontraba una solución, interregno, el reino se sumía en una serie de penosos conflictos internos, discordias, alborotos... al unirse a viejos y tradicionales pleitos la defensa de las candidaturas a la sucesión al Trono. En un primer momento fueron cinco los candidatos: Jaime, conde de Urgell, bisnieto de Alfonso IV; Luis de Anjou, duque de Calabria, nieto de Violante de Bar, viuda de Juan I; Alfonso, duque de Gandía, bisnieto de Jaime II; Fernando de Castilla, nieto de Pedro IV y sobrino del rey Martín por vía femenina; y Fadrique, nieto directo del rey Martín, pero pronto descartado por la ilegitimidad de su nacimiento (era hijo de Martín I, el Joven, y una siciliana). De ellos triunfó Fernando de Castilla, el candidato más apoyado y que mejor había trabajado durante el interregno para ganarse la voluntad de sus futuros súbditos, representados por los electores del Compromiso. Supo, además, conjugar los intereses de algunos protagonistas a título particular.
     Así, Benedicto XIII, quien veía en Fernando un firme apoyo en la cuestión del cisma al asegurar la mayoría peninsular hacia su causa, o el futuro san Vicente Ferrer, quien encontró en él, primero como regente castellano y después como monarca aragonés a un colaborador en sus planteamientos antihebraicos y de la presencia eclesiástica en la política gubernamental. No se olvide que había sido el propio Benedicto XIII quien propuso al Parlamento catalán en Tortosa y al aragonés en Alcañiz el nombramiento de nueve compromisarios, tres por cada reino, para que, reunidos en Caspe, examinaran los derechos de los candidatos y eligieran Rey. De estos compromisarios, los tres aragoneses, Domingo Ram, Berenguer de Bardaxí, Francés de Aranda; dos valencianos, Vicente y Bonifacio Ferrer, y un catalán, Bernat Gualbes, optaron por el infante castellano, por lo que al haber seis votos y, al menos, uno por cada reino, se dio por válida la opción, que se proclamó solemnemente el 28 de junio de 1412 en la iglesia mayor de Caspe. La decisión fue recibida satisfactoriamente en Aragón, no tanto en Valencia y mucho menos en Cataluña. Pero satisfacía, no obstante, a la mayoría, y evitaba el enfrentamiento, excepción del candidato desestimado Jaime de Urgell, que obligó al nuevo Monarca Fernando I (1412-1416) a combatirle hasta sitiarlo a lo largo de 1413 y desterrarlo, con el consentimiento casi generalizado de las fuerzas sociales y políticas de la Corona.
     La solución del Compromiso de Caspe, independientemente del debate historiográfico a que ha dado lugar, fue una decisión de equilibrio, que supo conjugar los intereses aragoneses, valencianos y una parte de los catalanes. Intereses aragoneses que aspiraban a un protagonismo perdido con los últimos monarcas de la Casa de Barcelona. Intereses valencianos de escalar hasta una posición idónea y equiparable a la de los otros reinos en el conjunto de la Corona, así como también intereses catalanes de concitar en un juego común las aspiraciones de parte de la nobleza más dinámica y de la burguesía barcelonesa del capital y las finanzas.
     El Compromiso ofrecía un nuevo Rey. La lógica alegría, el optimismo y la esperanza de que se pusiese fin a la inestabilidad política y social que se arrastraba desde tiempo atrás, se veía, no obstante, acompañada por el recelo ante un rey extranjero. Extranjero en el país y en la Corona. Era además un Trastámara castellano. Significaba el triunfo de una solución continental. Y el que Castilla superase en territorio y población a la Corona de Aragón (4.000.000 de hombres frente a 800.000), y que viviese una coyuntura expansiva frente a la crisis catalana, no hacía más que incrementar ese recelo. Por eso, cuando en 1412 llegó al Trono de Aragón la nueva dinastía Trastámara castellana, el Monarca se vio obligado, en primer lugar, a jurar los Fueros, Usos, Costumbres y Libertades del país, que sus súbditos guardaban celosamente. Así, Fernando I los jura solemnemente en la Seo de Zaragoza el 3 de septiembre de 1412, sobre la Cruz y los Evangelios sostenidos por el prelado de mayor dignidad del reino —en este caso, el obispo de Huesca al estar vacante Zaragoza— y ante la atenta mirada del justicia de Aragón, la más alta magistratura del país. A continuación, y en correspondencia, los procuradores o representantes de los cuatro brazos o estamentos parlamentarios, prestaron juramento al Rey según el formulario habitual. Cuatro días más tarde, el primogénito don Alfonso, futuro Alfonso V, fue jurado como heredero legítimo, después de que él mismo jurase los fueros igual que su padre.
     Tras estas ceremonias, se desarrollaron las sesiones de las primeras Cortes que se celebraron en Zaragoza en el breve plazo de los cuatro años de reinado. Su fin primordial: conocerse, pero también fijar la política de orden interno aconsejable desde el inicio de la nueva etapa política, encaminada a una voluntad de continuismo por parte de gobernantes y gobernados, a la extinción de las secuelas del pasado interregno —revueltas, desórdenes, alteraciones— y a la superación de la crisis económica que se venía arrastrando desde tiempo atrás. Estos objetivos se pueden hacer extensivos también a las segundas Cortes zaragozanas de 1414, que coincidirían con la solemne coronación. Para ésta se recuperó todo el rito tradicional de la Corte aragonesa. Fiestas, torneos, representaciones teatrales... y, sobre todo, una rememoración alegórica del sitio del castillo de Balaguer, último bastión del conde de Urgell. La ocasión era la más propicia para el acercamiento popular y la contemplación personal del séquito del Rey y de su aparato externo.
     Antes de estas ceremonias, Fernando I había efectuado también una larga estancia en Barcelona, reuniendo Cortes, en las que demostró, una vez más, su voluntad negociadora. Nobles y patriciado urbano aparecieron ante él como representación auténtica de Cataluña y con ellos pactó una política que anunciaba la que más adelante fue preconizada por la Biga. Las concesiones indicaban un retroceso hacia posiciones conservadoras: se prohibieron todas las asociaciones de menestrales y de remensas que se oponían al monopolio de los privilegiados; se suprimió el privilegio que permitía a los caballeros constituirse en brazo real de las Cortes; la justicia en Cataluña se encomendó a un regente que nombraría el Rey a propuesta del Canciller y el vicecanciller; y todos los privilegios que aseguraban el funcionamiento de la Diputación General, comisión permanente de las Cortes entre dos reuniones, fueron confirmados.
     Se puede decir que la tónica general del reinado fue de estrecheces económicas y apuros financieros. De ambas penurias hablan todas las Cortes convocadas por Fernando I y las medidas tomadas por la Administración. La crisis se debía más a la anormalidad imperante en el control de los recursos del país, a la no administración del patrimonio regio y a la ilimitación del gasto público, desorden que intentó corregir el Monarca desde su acceso al Trono. Quiso conocer desde el primer momento las rentas que le pertenecían y expresó su deseo de anular aquellas enajenaciones que, desde la centuria anterior, habían provocado una merma importante de los recursos. Hacienda, la política fiscal, el orden en la recogida y distribución de los recursos constituyó la primera, profunda y casi obsesiva preocupación del primer Trastámara aragonés, que en cuatro años obtuvo más logros en este campo que los monarcas precedentes y los que le siguieron en el Trono.
     En política exterior, parecía que Fernando I intentaba acomodarse a los deseos de aquellos súbditos que confiaban en que el restablecimiento de la hegemonía mediterránea produjera un alivio en las dificultades económicas. Por eso realizó una activa política en ese mar. Sujetó la isla de Sicilia que se hallaba en guerra civil permanente desde la muerte de Martín el Joven, y en cuanto a Cerdeña, isla siempre rebelde a la soberanía aragonesa de acuerdo con Génova, compró al vizconde de Narbona, que había sido proclamado Monarca, los derechos que le correspondían como heredero de la casa de Arbórea y envió a la isla una expedición para que volviese a su obediencia. A la vez, había firmado una tregua con Génova por cinco años. Todo ello más los tratados con Egipto y Fez, permitieron un cierto respiro al comercio catalán por la ruta de las islas hasta Alejandría, cuyo consulado se restableció.
     Sin embargo, la crisis catalana no podía ser atajada fácilmente. Paralela a la misma, se empieza a observar un cierto esplendor económico valenciano al fortalecer el reino levantino sus contactos con Castilla y el continente en general. Se conseguía, pues, una cierta estabilidad mediterránea. También se mantuvieron buenas relaciones con Francia e Inglaterra, y en general, con todas las potencias occidentales, incluido el Imperio alemán, con el que Fernando I tuvo que relacionarse por la cuestión del cisma de Occidente. La solución de este conflicto le llevó a una ruptura con Benedicto XIII, al que tanto debía. Siguiendo los acuerdos del concilio de Constanza, intentó, en vano, convencer al Pontífice para que renunciase a la tiara. Como éste no aceptó, tras el último intento de Perpiñán, Fernando I se apartó de su obediencia (6 de enero de 1416) poco antes de su muerte. ¿Deslealtad personal?, ¿deseo de no verse enfrentado al emperador Segismundo y a la práctica totalidad de las monarquías europeas..., o mérito religioso de Fernando en pro de la unidad de la Iglesia como quiere hacer ver su fiel cronista Leonardo Valla?
     La prematura muerte de Fernando I, tan sólo cuatro años de reinado, hace que se considere éste como un paso más, no simple transición, en el largo período de transformaciones estructurales profundas que arranca en los años precedentes y culmina en el reinado de Fernando el Católico. Los fuertes intereses en Castilla con los que la dinastía Trastámara llegó a Aragón repercutieron en la trayectoria política de los dos primeros Trastámaras aragoneses: Fernando I y su hijo Alfonso V el Magnánimo (1396-1458). También repercutieron en Castilla donde los intereses de sus hijos, los infantes de Aragón, parecían firmemente asentados. Por lo menos, Fernando había trabajado duramente para conseguirlo. Su primogénito, Alfonso, futuro Alfonso V de Aragón, contrajo matrimonio con María, hermana de Juan II de Castilla. El segundo, Juan, fue rey de Navarra por su matrimonio con Blanca, hija de Carlos III el Noble, y posteriormente, de Aragón, al suceder a su hermano mayor. Enrique, el tercer hijo, fue desde muy joven maestre de Santiago y obtuvo circunstancialmente el ducado de Villena, al casarse con su prima Catalina, hermana de Juan II de Castilla. El siguiente, Don Sancho, murió a los diecisiete años, tras haber sido desde los ocho maestre de Alcántara. Don Pedro, el último varón, murió en el sitio de Nápoles combatiendo por Alfonso V. Y de sus hijas, María fue mujer del rey castellano Juan II, y Leonor, esposa de don Duarte de Portugal y madre de Alfonso V el Africano. Y siguiendo adelante, se verá a la hija de Juan y Blanca de Navarra, llamada también Blanca, contraer matrimonio con Enrique IV de Castilla, y a un hijo de Juan, el príncipe Fernando, con Isabel, hermana de Enrique IV. Cabe añadir a estos intereses castellanos el control que obtuvo —aunque en parte se malograse— de las órdenes militares de Alcántara y Santiago cuando consiguió los maestrazgos para sus hijos Sancho y Enrique, respectivamente.
     Los cronistas del siglo XV ofrecen una bella imagen del regente castellano y Monarca aragonés. Tanto la Crónica de Juan II, de Alvar García de Santa María, como la de Lorenzo Valla, Historia de Fernando de Aragón, inspirada en gran parte en la primera, exaltan la gloriosa fidelidad del regente. Alvar García de Santa María recoge con admiración la escena en que algunos nobles aconsejan a Fernando, muerto Enrique III, que tome la Corona. Él rechaza la idea y es el primero en jurar al pequeño Rey. La escena la repite el cronista italiano en la obra que sobre su padre le encomendó Alfonso V de Aragón. El interés de Valla, como es lógico, es la justificación constante del proceder de Fernando I y la caracterización de su persona como ejemplo de virtud. También El Romancero, en su serie de romances sobre la toma de Antequera, contribuye a forjar el mito de Antequera y a idealizar la mentalidad caballeresca de su héroe: Fernando el de Antequera, mentalidad y actitud que él, en cierto modo, había desarrollado personalmente al fundar la Orden de la Jarra y el Grifo (Betsabé Caunedo del Potro, en Biografías de la Real Academia de la Historia).

lunes, 25 de marzo de 2024

Callejero de Burguillos: La calle Gaviota

     Mostramos en Historia de Burguillos una reseña e imágenes de la calle Gaviota, en Burguillos.


     La calle (desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos).




     En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo al centro geográfico de la localidad, o del Ayuntamiento, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer. Está dedicada a la Gaviota, aves clasificadas dentro del orden Charadriiformes y familia Laridae, pertenecientes al suborden Lari.


     Están estrechamente relacionados con los charranes, (Sternidae), los cuales eran considerados una subfamilia de las gaviotas. Laridae está compuestos por diez géneros y cincuenta y seis especies. Hasta el siglo xxi, la mayoría de las gaviotas fueron colocadas en el género Larus, pero este arreglo es ahora conocido por ser polifilético, lo que lleva a la resurrección de varios géneros.
     Las gaviotas son aves entre medianas y grandes, grises al ser crías y cambian al plumaje blanco cuando se hacen adultas, a menudo con marcas negras en la cabeza o las alas. Habitualmente producen llamadas ásperas que recuerdan el llanto o gruñidos, poseen un pico robusto y largo y sus pies son palmeados. La mayoría de las gaviotas, particularmente las especies de Larus, son omnívoras, predominantemente carnívoras, anidan en el suelo y capturan comida viva o la roban de manera oportunista. Los alimentos vivos a menudo incluyen cangrejos y peces pequeños. Las gaviotas tienen mandíbulas desencajadas que les permiten consumir grandes presas. Son aves muy vinculadas a las zonas costeras, si bien algunas especies, como la gaviota reidora, han colonizado zonas de interior y no es raro verlas en lagunas, embalses, lagos y cualquier masa de agua que les proporcione alimento, sin necesidad de retornar a la costa. Las especies grandes tardan hasta cuatro años en alcanzar el plumaje adulto completo, pero las especies pequeñas normalmente solo dos. Su esperanza de vida media suele ser elevada, con una edad máxima de cuarenta y nueve años para la gaviota argéntea.
     Las gaviotas anidan en colonias grandes, densamente pobladas y ruidosas. Ponen dos o tres huevos moteados en nidos compuestos de vegetación. Los jóvenes son precoces, nacidos con manchas moteadas oscuras y son capaces de moverse al nacer.​



     Las gaviotas -las especies más grandes en particular- son aves ingeniosas, curiosas e inteligentes,​ que demuestran complejos métodos de comunicación y una estructura social altamente desarrollada. Por ejemplo, muchas colonias de gaviotas muestran comportamiento de acoso (mobbing en inglés), atacando y acosando a posibles predadores y otros intrusos.​ Ciertas especies (por ejemplo, la gaviota arenque) han exhibido un comportamiento de uso de la herramienta, utilizando trozos de pan como cebo con el cual coger peces de colores, por ejemplo.​ Muchas especies de gaviotas han aprendido a coexistir con éxito con los seres humanos y han prosperado en los hábitats humanos.​ Otros confían en el cleptoparasitismo para obtener sus alimentos. Se ha observado que las gaviotas atacan a las ballenas vivas, aterrizando en la ballena mientras se encuentra en la superficie, para picar hacia fuera pedazos de carne.​
     Las gaviotas son ejemplares de aves marinas y son costeras. Su alimentación proviene de la pesca de peces, cangrejos, almejas, camarones, roedores, etc. De igual manera se alimenta de otras aves y suele comerse los huevos de otros pájaros y sus crías. También se alimenta de basura, es carroñera de todo tipo de desperdicios alimenticios.​


   La calle Gaviota está situada en el barrio de El Ejido. Es una calle que parte de la calle Matrona Francisca "La Carrasca", finalizando en la calle Antonio Mairena. Tiene una longitud de unos 30 metros aproximadamente, siendo peatonal, y alumbrada por farolas funcionales. Está conformada por viviendas de V.P.O., formando parte de una zona residencial. 
   La calle Gaviota es, históricamente, una vía moderna, puesto que fue creada con las primeras expansiones del Burguillos moderno, aprovechando parte del antiguo recinto ferial a finales del siglo XX, de ahí su sencillo comentario.  

lunes, 18 de marzo de 2024

Hemeroteca: El ascenso del maestro de Burguillos, José Franco Barrera, en el periódico "Gaceta de Instrucción Pública", del 6 de enero de 1905

     Mostramos en "Historia de Burguillos" la noticia recogida en la "Gaceta de Instrucción Pública", revista editada en Madrid, sobre los ascensos a algunos de los maestros de la provincia de Sevilla, entre los que se encontraban Don José Franco Barrera, que ejercía su profesión en Burguillos, y publicado el 6 de enero de 1905, y que se conserva en el archivo de la Biblioteca Nacional de España.
   "Gaceta de Instrucción Pública"; Periódico de carácter profesional en cuyo número prospecto, de uno de febrero de 1889, señala que será esencialmente práctico, “alejado de toda idea de partido o de sistema” y, por tanto, se eximirá de incluir artículos doctrinales. Insertará numerosas disposiciones y anuncios oficiales sobre la materia, referentes a la primera y segunda enseñanzas y a la superior universitaria, además de las resoluciones emitidas por cátedras, escuelas especiales (como la de archivos, bibliotecas y museos), junto a las referidas a oposiciones, concursos, nombramientos, etc. También tendrá secciones de noticias, bibliografía y material científico, consultas administrativas, correspondencia particular y anuncios comerciales, todas ellas referidas al mundo de la enseñanza. Se publica en números de ocho páginas, primero con una periodicidad decenal (los días 5, 15 y 25 de cada mes), que irá variando en el tiempo.
     Su propietaria y directora es María Encarnación de La Rigada Ramón (1863-1930), que empieza a publicar la revista al tiempo que inicia su carrera profesional como profesora de la Escuela Central de Maestras de Madrid. Más tarde se verá auxiliada en la edición del periódico por Andrés P. de la Mota, como redactor jefe; Luis de Góngora y Andux, como secretario de redacción, y Mercedes Tella y Francisco Carrillo Guerrero, como redactores.
     De La Rigada, de sólida formación y bien situada en los medios burgueses de la época, como señala en sus estudios Carmen Colmenar Orzaes, participó en diferentes congresos pedagógicos y llegó a desempeñar cargos públicos relacionados con su profesión. A pesar de que su periódico era estrictamente de carácter informativo, en los últimos años llega a incluir artículos doctrinales, en los que aparecen las posiciones reivindicativas de su directora en la defensa de los derechos profesionales y, en concreto, en lo referente a la discriminación salarial de maestras y profesoras.
     Junto a la cabecera de la revista se llegará a indicar que es el “periódico profesional de mayor información de España”, y con este título se publicará hasta el 30 de diciembre de 1907. A partir del cinco de enero de 1908 lo amplía a: Gaceta de instrucción pública y bellas artes, hasta su desaparición definitiva el 26 de septiembre de 1917.
      Pues bien, en la página 1212 de la edición del 6 de enero de 1905, a dos columnas, en la que se publican diversas noticias relacionadas con la educación, aunque la que nos interesa fundamentalmente a los burguilleros, es la que aparece en la parte media de la primera columna, sobre los ascensos de los maestros en la provincia sevillana, entre los que se encontraban los que imparten sus conocimientos en nuestro pueblo, y que pasamos a transcribir íntegramente:


NOTICIAS
PRIMERA ENSEÑANZA
     -Los Maestros propuestos por la Junta provincial de Instrucción pública para ascender en el escalafón del bienio de 1903 á 1904 son los siguientes:
     Maestros. - 1.ª clase. - Por méritos: D. José Cuervas y Zarco, de Se­villa. - Por antigüedad: D. Manuel Roig Esquinaldo.
     2.ª clase. - Por méritos: D. Francisco de Vargas  García, de Las Cabezas. - Por antigüedad: D. José María Araujo, de Olivares; D. Francisco Reyes Pérez, de Sevilla, y D. Antonio Vacas, de Dos Hermanas. 
     3.ª clase. - Por méritos: D. Eduardo Pérez Salinas, de Fuentes de An­dalucía; D. Juan Fernández Criado, Auxiliar de Sevilla, y D. Francisco Morillo de los Ríos, de La Rinconada. - Por antigüedad: D. José Monje Rubio, de Herrera; D. José Franco Barrera, de Burguillos; D. Francisco Mañas Herrera, de La Algaba; D. Manuel Gómez Fernández, de Sevilla, y D. Joaquín García Sánchez, de Mairena del Alcor.
     Maestras. - 1.ª clase. - Por méritos: D.ª Amparo Peláez Torres, Auxiliar de la graduada de Sevilla. - Por antigüedad: D.ª Asunción Medina­reno, de Estepa.
     2.ª clase. - Por méritos: Dª Ana Martín de la Cruz, de Casariche; Dª María del Robledo Mohedano, de Morón, y D.ª Catalina Sánchez de Osuna. - Por antigüedad: Dª Encarnación Gómez Javalquinto, de Marchena.
     3.ª clase. - Por méritos: D.ª Carlota Lucena, de Sevilla; D.ª Rosario Mateo, de Gelves; D.ª María Rosario Naranjo, de Calzada de la Sierra; D.ª Josefa Adamuz Mellado, de Écija; D.ª Trinidad Anta, de Sevilla.­ - Por antigüedad: D.ª María Miguer, de Constantina, y D.ª Eloísa Las y Mella, Auxiliar de Sevilla.

     Datos curiosos sobre los ascensos en el escalafón de los maestros de la provincia, que repercutieron en el profesorado de Burguillos, y que ya publicamos la misma noticia aparecida en la revista "La escuela moderna", con fecha de 24 de diciembre de 1904 (Hemeroteca: El ascenso del maestro de Burguillos, José Franco Barrera, en la revista "La Escuela Moderna", del 24 de diciembre de 1904).

lunes, 11 de marzo de 2024

Bibliografía: Burguillos en el libro "Catálogo de los Papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Tomo III 1432-1442", de Deborah Kirschberg Schenck, y coordinado por Marcos Fernández Gómez, editado por el Archivo Municipal de Sevilla, en 2011

     Mostramos en Historia de Burguillos la reseña que se hacen de nuestro pueblo en el libro "Catálogo de los Papeles del Mayordomazgo del siglo XV. Tomo III 1432-1442", de Deborah Kirschberg Schenck, y coordinado por Marcos Fernández Gómez, editado por el Archivo Municipal de Sevilla, en 2011, uno de cuyos ejemplares podemos leer en el Archivo Municipal de Sevilla.

     Dicho libro es un recorrido por los fondos emanados de la actuación del mayordomo del cabildo hispalense, cuyas funciones definen y especifican las ordenanzas de Sevilla desde los tiempos de Alfonso XI. Los mayordomos eran dos, uno hijodalgo y otro ciudadano. El mayordomo hijodalgo, aunque ello  no pueda deducirse del contexto de las ordenanzas, parece un oficial puramente honorífico, ya que en ellas sólo se le atribuye como misión específica la de "requerir los castillos", es decir, cuidar de que se hallasen con la debida eficacia defensiva. La verdadera función administrativa correspondía, aunque no podemos afirmar que exclusivamente, al mayordomo ciudadano, designado conjuntamente con el hijodalgo anualmente por el Cabildo, aunque en ocasiones se prorrogase por dos o más años su gestión, entando en función el 1º de julio para terminar el 30 de junio del año siguiente. Por sus manos pasaba todo lo referente a la gestión de los bienes del Concejo en una doble vertiente: cobratoria y libratoria; es decir, la percepción de las rentas de sus propios y su inversión en las atenciones a que estaban afectos y a los gastos de todo orden que de la actuación municipal se originaban. Para la debida ejecución del primero de los aspectos de su función, la percepción de las rentas, el mayordomo debía tener a su disposición, aparte de documentales tales como su propia designación por el Cabildo y la confirmación de ésta por el Rey, en su caso, la fianza o fiadores exigidos por sus Ordenanzas para el desempeño del oficio, las condiciones con que el Cabildo acordaba anualmente el arrendamiento de las rentas de sus propios y la relación del remate de cada una de ellas por los arrendadores, las diligencias por el incumplimiento de aquellas condiciones por éstos con la sentencia recaída en cada caso y, en fin, la relación especificada de lo que rindieron las diferentes rentas. El estudio comparativo de estas relaciones anuales es de sumo interés, como es obvio, para trazar la curva de los ingresos del Concejo de Sevilla en casi los dos siglos que comprende la documentación conservada.

     En cuanto a la otra vertiente de la gestión del mayordomo, es decir, la libratoria, abarcaba una extraordinaria variedad de pagos para las múltiples atenciones que tenía a su cargo el Cabildo, unas de carácter fijo y anual, como la nómina de sus oficiales y otros cargos del mismo: alcaides de sus fortalezas, oficiales y obreros municipales con remuneración fija; pagos aleatorios o circunstanciales, como las obras públicas en la Ciudad o en su Tierra; gastos de carácter militar, como el reparo y abastecimiento de los castillos del sistema defensivo de su alfoz y la recluta y abastecimiento de las milicias del Concejo; gastos de carácter civil, como los referentes a las obras públicas, el sostenimiento de la traída de aguas para el abasto de la ciudad y el descarte de las residuales, previsión y reparación de daños catastróficos, especialmente los de las frecuentes avenidas, abastecimiento de pan de la Ciudad en épocas de carestía, reparos de los caminos y puentes y mantenimiento de un equipo de "troteros" para sostener un servicio eficaz de correos oficiales; el pago de profesionales de todo orden, escribanos, procuradores, médicos, cirujanos, maestros de primeras letras, artífices, ministriles, que cumplían las diferentes misiones que, regular y esporádicamente, les confiaba Sevilla. Esta enumeración, que está muy lejos de ser exhaustiva, pone bien de manifiesto el conjunto de datos que esta inapreciable colección de los Papeles del Mayordomazgo proporciona para penetrar en la historia interna de nuestra Ciudad en uno de los periodos más trascendentales y todavía más inexplorados de ella, porque el mayordomo acompaña siempre, como justificante de los pagos que realiza, la copia del libramiento del Cabildo en que le ordena realizarlo, en el que figura una razonada y detallada motivación del gasto, que con frecuencia se obtienen pormenores interesantes. Y como el mayordomo, normalmente, y con arreglo a las Ordenanzas, era elegido por un año y tenía que dar cuenta de su gestión al final de este plazo, esto lo hacía mediante la presentación a los contadores del Cabildo del "Libro del Mayordomazgo", en el que se relacionaban y justificaban documentalmente los ingresos y pagos del año, libros de los que se conservan los correspondientes a casi dos siglos, desde el último tercio del siglo XIV hasta mediados del XVI, a partir de cuya fecha se innova el sistema de la rendición de cuentas del mayordomo.
     Pues bien, en este caso, la referencia a Burguillos, la encontramos en el documento nº 443, XXV correspondiente al año 1442, en la página 181, que pasamos a transcribir literalmente:


443
1442, septiembre, 3. [Sevilla]
     Cuenta pormenorizada de lo que Manuel González de Ocaña, mayordomo de 1441–1442, pagó por libramientos del Cabildo. 

XXV. Por libramiento del Cabildo a Manuel González de Ocaña, mayordomo, a favor de Diego Alfonso, jurado de Santa María, 400 mrs. por entregar en Guadalcanal a Lope de Zúñiga, alcaide de la villa, y a sus alcaldes una carta que trata del asunto de los ganados que robaron a los vecinos de Fregenal de la Sierra algunos vecinos de Burguillos que estaban en Guadalcanal (1441, noviembre, 20).

     Otro documento más que aporta datos interesantísimos para conocer la historia de nuestro pueblo.